lunes, 18 de octubre de 2010

Prosas Apátridas de Julio Ramón Ribeyro

A mí los tullidos, los tarados, los pordioseros y los parias. Ellos vienen naturalmente a mí sin que tenga necesidad de convocarlos. Me basta subir a un vagón de metro para que, en cada estación, de uno en uno, suban a su vez y vayan cercándome hasta convertirme en algo así como el monarca siniestro de una Corte de los Milagros. La juventud, la belleza, en el andén del frente, en el vagón vecino, en el tren que se fue. En cuántas bifurcaciones de los pasillo del metro he perdido para siempre un amor.

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