jueves, 25 de junio de 2009

Buenos Aires

Mi papá me dejó en la pensión a las nueve de la noche. Después de dos semanas juntos, tiempo más que suficiente. Al despedirnos noté que sus ojos se empezaban a llenar de lágrimas. Me dio mucha pena verlo así. Uno nunca se imagina a sus padres de cierto modo, es como si el ser vulnerables los hiciera más mortales que el resto. Tampoco es que los vea como superhéroes o seres extraordinarios, simplemente no me gusta verlos de esa forma. Para mí es como si la única que tuviera permitido llorar en esas situaciones soy yo. Cuando me di cuenta, quise llorar también pero no porque me sintiera triste, solamente quería que no lo hiciera solo. Siempre es más incómodo para la persona que no está llorando que para la que lo hace. Me pregunto por qué será así. Resulta tonto si se piensa con detenimiento. Y luego pasó como en las películas, después de habernos dado un gran abrazo y pensar que no nos volveríamos a ver en un buen tiempo, no pasaron ni cinco minutos cuando escuché el timbre en mi habitación. Me asusté y bajé corriendo.
Ahí estaba él, lo podía ver parado del otro lado de la puerta de vidrio. Fue muy gracioso. Yo había olvidado darle un encargo para mi hermano. Y de paso aproveché para entregarle el paraguas extra con el que me estaba quedando, ya que justo había empezado a llover.
Así que mi primera noche en solitario, me recibió con un cielo iluminado debido a los truenos. Se desató una lluvia tan fuerte que pensé que se inundaría mi habitación. Y esta vez no estoy exagerando, mi habitación queda en el último piso, en una terraza. Tuve miedo y salí a la puerta, desde ahí pude contemplarla. Era hermosa, en realidad no había visto llover con tanta fuerza. Decidí olvidarme del hecho de una posible inundación, una vez que comprobé que el agua se iba por unos drenajes ubicados estratégicamente.
Me puse a ordenar mis cosas, mientras escuchaba el último cd que me grabaste, intenté conectarme al comienzo pero sin éxito. Al menos logré mandarte un mail. Luego se fue la conexión, no sé qué pasó. Me puse muy triste, entonces fue cuando comencé a escribir. Pensé que como en los viejos tiempo, escribir me ayudaría a seguir, a no pensar, a seguir adelante con este nuevo camino que he tomado.

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