A las cuatro y media de la mañana el despertador empezó a sonar. No sé
porque lo programé tan temprano. Maldita manía la de ser puntual. Fui hacia la
sala, descolgué el auricular, marqué el número y pedí el taxi. Regresé al
cuarto a cambiarme y terminar de arreglar mis cosas. A tan sólo cinco días de
mi viaje a Buenos Aires, teniendo ya todo planeado desde hacía meses, tuve la
excelente idea, ya que iba a estar en Argentina, de ir a las cataratas de
Iguazú. La verdad es que nunca me ha gustado mucho la naturaleza, ni me
considero una defensora acérrima del medio ambiente, sin embargo los
acontecimientos previos a mi viaje ayudaron a que me decidiera por hacer algo
diferente, algo que no haría normalmente.
Mochila al hombro y llaves en mano bajé antes de que llegara el taxista
y así evitar que el timbre despierte a todos. Llego en tiempo justo y creo que
igual toco, no sé. Me senté muy pegada a la puerta y no quite la vista del
camino en todo el viaje. Debo admitir que estaba algo nerviosa, debía ir al
aeroparque y aun no amanecía. Cuando
llegué me acerqué al mostrador de Aerolíneas Argentinas, me registré y me fui a
esperar a la sala de embarque. Faltaba una hora para mi vuelo, tenía sueño y
estaba bastante nerviosa de volver a viajar sola.
En el avión me toco la primera fila al lado de la ventana. Nos dieron
un café y un pedazo de keke. El vuelo duró dos horas. A penas salí encontré al
tipo de la agencia que debía llevarme al hotel. Tenía un cartel que decía
AQUIJE y otro apellido que no recuerdo. Dio la casualidad que la otra persona
era mi compatriota. Un peruano residente en Asturias y un español, que a
primera impresión creí era su pareja. Luego me enteré que era su cuñado.
Me senté al lado del conductor y evité conversar o decir mi procedencia,
no quería que mi compatriota descubriera mi nacionalidad y tan sólo por eso,
pensar que somos hermanos o algo por el estilo. Me limité a observar el
paisaje. Verde por donde mirará, más que eso, era una jungla a mi alrededor. Lo
único que pensaba al ver tanto verde a mí alrededor era que de pasar algo
inesperado, no habría forma de salir de ahí. Sin salida como la película.
Me dejaron primero, ya que mi hotel estaba primero en la ruta. Los
otros dos siguieron viaje. Me registré y subí a mi habitación. Muy lindo todo,
sino fuera porque tenía dos camas de dos plazas. Ya la agencia de viajes me
había hablado de la falta de habitaciones simples y que por una cómoda suma
adicional me darían la habitación master. No podía ser peor, para alguien que
no sólo viajaba sola sino que estaba sola en todo sentido, tener una habitación
en la cual se podía quedar una familia entera.
Ese primer día decidí no hacer nada. No tengo espíritu aventurero así
que la idea de salir a conocer por mi cuenta no existía. A pesar de que llegué
al hotel a primera hora del jueves me dedique a dormir lo que no había podido
hacer la noche anterior. Recién desperté ya por la tarde. Y aunque hubiera
preferido no bajar al comedor debía comer algo. Sólo quedaban dos señoras
tomando café. Pedí algún plato de pasta y ni siquiera lo terminé. Estuve
conectada una hora en una de las cabinas del hotel y volví a mi habitación. A
la noche el buffet estaba incluido dentro de la promoción que había pagado.
Entonces decidí bajar y comer todo lo que pudiera.
Había escogido una mesa cerca del buffet para no tener que caminar mucho
cada vez que quisiera comer algo más, pero un mesero, el mismo que me atendió a
la hora del almuerzo, insistió en que me sentará afuera en la terraza. No sé
porque acepté, la verdad quería subir lo antes posible y evitar hablar con
alguien. Desde mi nuevo sitio se podía ver la calle, poco iluminada y gente
pasando. Al frente había un restaurante y creo que había un grupo tocando o
pasaron por la calle y se plantaron delante de ese sitio, no lo recuerdo bien,
lo que nunca olvidaré fue la canción que tocaron. Estando lejos de casa y en un
lugar lleno de turistas felices y enamorados, escuchar “My Way” en español hizo que pensará en él y en si fue correcta la
decisión que habíamos tomado al separarnos. Terminé mi helado, pedí una
coca-cola para llevar a mi habitación y me fui a dormir sin haber hablado con
nadie, salvo el mozo.
El segundo día amaneció bastante temprano para mi gusto. Vinieron por
mí a las siete y media de la mañana. Subí al bus y busqué un lugar individual.
A penas si avanzamos unos cuantos metros cuando tuvimos que detenernos. Ya
había escuchado, sin prestar mucha atención, el día de mi llegada que había
piques. Es decir que habían cortado la ruta. Nunca en los días que duro mi
viaje supe bien la causa. Tampoco me interesaba, tan sólo quería regresar a
Buenos Aires lo antes posible. Ese primer inconveniente paso rápido. Bajamos y
caminamos un poco hasta encontrar al otro lado un bus en el cual pudimos
continuar hasta llegar al Parque Nacional del lado de Argentina.
Sin duda, el segundo día fue el mejor. Claro, que sólo me refiero a la
excursión porque luego todo se fue a la mierda. Incluidas las cataratas, los
souvenirs, las nuevas amistades y la estupenda comida. Para hacer la excursión
del lado de Argentina, se requiere todo un día, en cambio para hacerlo del lado
de Brasil sólo medio día o una mañana. Me toco un buen grupo y un guía muy
gracioso y ameno. Hice un sub-grupo con una pareja de españoles recién casados
y con el peruano y su cuñado español, que para ese momento aun pensaba que eran
pareja.
La excursión tiene altos y bajos, esto quiere decir que hay que subir y
bajar muchas escaleras y puentes colgantes. No tiene un camino recto y esto lo
hace más interesante, también agotador. Cuando llegamos a La Garganta del Diablo fue como si de pronto todo hubiera
quedado atrás. Él, la razón de mi viaje, la tristeza y los recuerdos. No podía
pensar en nada, sólo que estaba ahí en ese preciso momento. Rodeada de una
cantidad infinita de agua y una belleza sin palabras. Saque muchas fotos y
hasta gravé con la cámara sin saber como funcionaba esa modalidad.
Luego de tomar fotos, de tomarle fotos a otros y de que me tomarán
fotos. Guarde la cámara y me dejé tan solo estar. Quería por un momento pensar
en la razón que me había impulsado en
llegar hasta las cataratas. No era él como había creído en un primer lugar sino
yo el motivo de este viaje. Tal vez algo bastante influenciada por esa
magnifica película de Won-Kar-Wai y esa infinita tristeza que te queda luego de
haber terminado una relación de muchos años. Es el miedo que no te deja ir más
allá de lo que uno cree. Nunca pensé que podría ser capaz de irme y dejarlo
todo, pero ahí estaba yo en medio de ese hermoso lugar, esperando por mi, sólo
por mi.
Pero como lo bueno dura poco. De regreso hacia el hotel volvimos a ser
detenidos por los piques. Esta vez tuvimos que esperar en el bus por unas
horas. De pronto se hizo de noche, al comienzo no me preocupé, pues no habías
más que esperar y hasta me dormí en el bus. Cuando desperté todo seguía igual y
no había señales de que nos dejarán pasar. La pareja de recién casados, decidió
bajar y ver como podían pasar, ellos estaban hospedados del lado de Brazil, así
que estaban más lejos. Yo no me bajé sino hasta que dieron la orden. No conocía
a nadie y no podía seguirle el rastro a mi guía. Los otros españoles se habían
regresado más temprano pues su vuelo partía por la tarde de ese mismo día, creo
ellos habían hecho el recorrido del lado de Brazil el mismo jueves que
llegamos. Así que no tenía grupo, ni guía a la vista. Todo era muy confuso,
había una gran cantidad de gente, muchos gritos y alboroto. La verdad que nunca
había estado en ningún tipo de manifestación y estaba bastante asustada.
Al final me arrimé a una pareja de argentinos. Con ellos pude pasar al
otro lado cuando despejaron el camino, tuvimos que hacerlo a pie porque no
permitieron que pasara ningún vehículo. Parecía que estábamos en una procesión,
en un concierto o en el estadio, para el caso daba igual la comparación.
Encontré a mi guía y subimos a un bus del otro lado, de pronto no entendí bien,
sólo sé que me hicieron bajar y tuve que irme en taxi al hotel con tres gringos
de dos metros que iban también para el centro. Pagué mi parte, entré directo a
mi habitación y no bajé a comer. El piercing que me había hecho unos días antes
en Buenos Aires me había estado molestando todo el día. Al final se me salió,
intenté ponerlo pero fue imposible. Cuando creí estar a punto de insertarlo se
fue la luz en el hotel.
Por suerte dejé de tenerle miedo a la oscuridad hace algún tiempo así
que eso no me molestó pero si no poder ponerme el piercing de vuelta en la
nariz. La luz regreso como a la media hora pero ya no había cable sólo algunos
canales nacionales. Me tomé las dos Coca-Colas que encontré en el minibar sin
saber cuanto me costarían, pues no pensaba volver a bajar al buffet esa noche y
después de mucho rato me quedé dormida.
A la mañana siguiente lo único que quería era regresar a Buenos Aires.
Pregunté y me dijeron que la ruta seguía cerrada. Ese último día me tocaba la
excursión del otro lado así que no había ningún problema. Yo ya no pensaba en
las cataratas, ni en las fotos, ni en el viaje ni en nada, sólo quería que
alguien se hiciera cargo y liberarán el camino. Estaba harta, fastidia, país de
mierda pensé, peor que Perú. Tomé mis cosas y me subí al bus, sin saber como
llegaría o si llegaría a tiempo al aeropuerto. Crucé la frontera sola, mostré
el pasaporte, más no me pidieron el certificado de la fiebre amarilla que me
habían pedido en la agencia. Bueno pensé cien soles perdidos. Atravesamos un
puente que llevaba los colores de las banderas de Argentina, Brazil y Paraguay.
Luego me pasaron a un bus donde había otras personas, el guía hablaba con la
gente en portugués, español e inglés dependiendo de la persona.
Nunca entendí bien la diferencia, creo que era algo así como que del
lado de Argentina ves las cataratas desde arriba y por lo mismo tienes una mayor
visión de todo, pero del lado de Brazil puedes acceder a una mayor proximidad y
ver las cataratas desde adentro mismo. Ambas me parecieron buenas, tal vez
desde el lado de Argentina se ve más como en las postales y eso me gustaba. Del
otro lado ahora que lo pienso es bastante excitante por lo que estás a un paso
de las cataratas pero también bastante peligroso y aterrador para mi gusto. Hay
una plataforma que desemboca en un puente con el cual puedes prácticamente
llegar hasta ellas. Todo eso está desde abajo, a diferencia de lado de
Argentina que la misma catarata la vez de arriba.
Debo decir que ese recorrido lo hice sola. Nunca más vi a la pareja de
recién casados, ni siquiera en el aeropuerto a pesar de que teníamos el mismo
vuelo. Tuve que tomarme las típicas fotos donde sale tu cara en primer plano y
algo de paisaje atrás, de lo más patético pues odio tener que pedirle favores a
la gente y menos de este tipo. ¿Me puedes sacar una foto? ¿Qué hora tienes? ¿Qué
calle es esta? A un paso de terminar mi recorrido, me confundí de ascensor y en
vez de tomar el que me dejaría en la puerta de salida, me tomé el mirador.
Seguí al grupo y por no preguntar terminé atascada en medio de las cataratas y
su esplendido paisaje. Rodeada de siete u ocho brasileros pasé el susto de mi
vida cuando el ascensor se detuvo. No sé cuanto rato paso, lo más probable es
que no haya sido mucho, pero les digo no es igual quedarse en el ascensor de un
edificio de oficinas que en medio de una jungla. No entendía nada de lo que hablaban,
empecé a sentir esa molestia en la garganta cada vez que los nervios me
traicionan y me dan ganas de vomitar cuando en realidad no las tengo. Traté de
tranquilizarme y pasar desapercibida.
Cuando el ascensor bajo y se abrió, salí disparada para las escaleras.
Se había largado a llover de una manera que nunca había visto. No me importo
nada y subí más de cincuenta escalones bajo esa lluvia torrencial. Al llegar al
punto de encuentro no pude dar con las otras personas, ni mucho menos con el
guía. Di vueltas y vueltas tratando de hallarlos y nada. Me pareció ver el bus
pero no estaba segura. Estaba completamente empapada, sin conocer a nadie y
saber que hacer. De pronto apareció el guía y me confirmo que no estaba
equivocada con respecto al bus, así que subí y esperé por los demás. Me
llevaron de vuelta al hotel pero ya había pasado la hora del check-out, es
decir que no tenía habitación. Intenté hacer contacto por Internet pero no pude.
Me senté en uno de los muebles y tuve que esperar nuevamente a que abrieran la
ruta.
Creo que me quedé dormida, aun faltaba para mi vuelo, de pronto me acerqué
a preguntar y me dijeron que acaban de abrir pero sólo será por un momento.
Pedí que llamaran a mi taxi pero no se pudieron comunicar con la agencia,
entonces pedí uno en el hotel y me fui directo al aeropuerto. Estaba feliz de
irme, miraba el paisaje pasar a mi alrededor y pensaba que no volvería, al
menos no sola.
Recién en el aeropuerto pude almorzar, ir al baño y refrescarme un
poco. Estando ya en la cola para subir al avión nos dijeron que debido a la
tormenta tal vez se retrasaría un poco la hora de partida. No podía creerlo no
había forma de salir de ese maldito paraíso. Estaba atrapada. Primero el corte
de ruta, el cual impidió que disfrutara del tour, y luego la tormenta que no
dejaba que regresara. Una vez que subimos, nos instalamos en nuestros
respectivos sitios y nos pusimos los cinturones el avión despegó, pero no dejo de sacudirse por un
buen tiempo.
Ya para ese entonces no me quedaba más que reír. No recuerdo sin pensé
en que nos estrellaríamos pero sí en cuanta falta me hacía creer en algo. El
cielo estaba negro, no podía verse nada, a pesar de que no era aun de noche.
Una vez que alcanzó cierta altura dejó de sacudirse. Llegamos al aeroparque, tomé
un taxi de la calle y fui directo a casa. No podía evitar sentirme feliz o tal
vez la palabra más adecuada sea viva. No podía no sentirme viva y feliz por
estarlo. No pensaba en mi regreso a Lima, sino en los días que me quedaban
todavía por delante y en las muchas cosas que aun podía hacer, junto a las
personas que había conocido.